Única en su género. Detenida en el tiempo. Aislada de la ‘civilizada’ civilización en la que vivimos. Testigo de teñidos atardeceres bajo la atenta mirada del embalse de Gabriel y Galán. Así es la villa de Granadilla.
La historia cuenta que el rey de León, Fernando II, decidió fortificar una pequeña villa en un lugar estratégico para así contener el avance de los moros por el sur. El lugar elegido fue el noroeste de la provincia de Cáceres, entre el río Alagón y el arroyo de La Aldovara, donde el monarca consumó la fundación de la Villa de Granada (allá por el año 1170). Conservó este nombre hasta que los Reyes Católicos arrebataron a los árabes la capital del reino nazarí; a partir de entonces, se llamó Granadilla a la población extremeña para así evitar confusiones.
Esta histórico municipio medieval fue cabeza de un amplio territorio que llegó a tener bajo su dominio a otras muchas villas y caseríos. Sin embargo, el devenir de la historia puso fin a sus años de esplendor: las obras del embalse Gabriel y Galán motivaron la expropiación del término municipal en el año 1955, propiciando la despoblación de Granadilla. No se puede comprender la historia de esta villa sin la figura del embalse: actualmente le proporciona una situación envidiable reinando sobre el valle Alagón; en tiempos pasados fue el detonante de su abandono.
Tras la disolución del municipio, la villa sufrió quince años de abandono hasta que en 1980 fue declarada Conjunto Histórico-Artístico. Este hito definió el porvenir de Granadilla ya que, a partir de entonces, comenzó un paulatino proceso de rehabilitación que perdura hasta el día de hoy. A través del Programa Educativo para la Recuperación de pueblos abandonados, jóvenes estudiantes de toda España residen en la villa durante una semana para vivir en contacto con el mundo rural, ayudar en la construcción de edificaciones, limpiar jardines, cuidar de los animales, etc.; todo ello englobado bajo un proyecto educativo responsable con el medio ambiente.
Ahí es donde reside el verdadero tesoro de Granadilla. Pasear por sus calles y observar como se ha mimado cada detalle de sus rehabilitadas fachadas, ventanas y huertas. Un entorno donde conviven animales de lo más variopinto con estudiantes que trabajan para devolver a esta villa el lugar histórico que le corresponde.
