¿Habéis buscado Segovia en el diccionario alguna vez? Encontrareis un “véase también Acueducto”. Segovia y su milenario acueducto romano siempre van de la mano. Una razón de peso para que la UNESCO lo incluyese, junto con la antigua ciudad, entre las Ciudades Patrimonio. Pero hay vida más allá de su acueducto.
Recorrer esta ciudad a pie nos abre una puerta a su arquitectura romana, en la que destaca sus numerosas iglesias de piedra y ladrillo -además de su acueducto, por supuesto-. Segovia también conserva diversos monasterios y conventos aún activos con vida religiosa de clausura, compartiendo vecindad con numerosos palacios medievales dentro de la antigua ciudad. Quizás la Casa de los Picos, ubicada en la mítica Calle Juan Bravo, sea la más conocida.
Sin embargo, uno de nuestros rincones favoritos lo encontramos a escasos metros de la Casa de los Picos; allí donde se erige la estatua del comunero Juan Bravo. Hablamos de la Plaza de la Medina del Campo y San Martín (una escalinata las une). Con un cierto aire a la Plaza de España de Roma, este espacio abierto tiene un aroma renacentista, cuyos palacios y caserones se integran en el entorno de piedra. Sin duda la Iglesia de San Martín y el Torreón de Lozoya destacan sobre el resto en altura y en belleza, a partes iguales.
Cual capital de provincia de Castilla, nos tropezamos con una vibrante Plaza Mayor a mitad del trayecto Acueducto-Alcázar (100% recomendable). A diferencia de sus homólogas, que suelen ser de mayores dimensiones y acumular el trasiego de gente bajo sus arcos, la segoviana reúne toda su vida alrededor del templete central. Desde allí, no podemos hacer otra cosa que observar boquiabiertos la Catedral de Santa María. Una obra arquitectónica digna de admiración, sobre todo tras leer sobre sus orígenes. Debido a que la Catedral Vieja -situada en los actuales jardines del Alcázar- fue destruida durante la Guerra de las Comunidades, los vecinos de Segovia comenzaron a construir desinteresadamente la nueva de estilo gótico.
Si seguimos el trayecto del acueducto (soterrado hasta el Alcázar), toparemos con el barrio de las Canonjías. Dicen que se trata del barrio mejor conservado de la ciudad alta. Su nombre deriva de los canónigos, que fueron los vecinos originales de la zona que gozaban de inmunidad y grandes privilegios por su carácter eclesiástico. Su legado: bonitas portadas y recatados patios interiores que nos transportan en el tiempo.
Y así, caminando, caminando, llegamos a los jardines del Alcázar casi sin darnos cuenta. Bueno, no vamos a mentir, llegamos con ganas de descansar (aunque no éramos los únicos). Una pena que no pudimos capturar una instantánea completa del castillo debido a las obras que están acometiendo.
Una vez terminada la caminata ‘monumental’, nos dedicamos a perdernos por las angostas calles segovianas, por sus cuestas y bajadas interminables, y a disfrutar de cada sombra que nos ofrecían sus parques. Solo así, supimos apreciar cada uno de los rincones de la capital del asado castellano.