Cuando se trata de conocer a una persona, nos fijamos en sus costumbres. Si trasladamos esto a un pueblo o una localidad, sus fiestas son un fiel reflejo de su identidad. Y más si nacen de actividades tradicionales como las de trabajar el campo.
Según cuentan los oriundos, la Fiesta de los Escobazos nace de una tradición pastoril. Cuando los pastores regresaban de la sierra venían alumbrándose con escobones de retama prendidos que, en cuando llegaban a Jarandilla, apagaban a golpes, dándose escobazos amistosos unos a otros.
En la actualidad, la fiesta se ha convertido en un referente en Extremadura -declarada de Interés Turístico Regional– atrayendo a miles de visitantes cada 7 de diciembre. Personalmente, creo que todo extremeño que se precie debería vivirla en primera persona al menos una vez en la vida.