Asturias es sinónimo de patriotismo. Y es que los asturianos suelen sacar a relucir el amor hacia su tierra cada vez que pueden. Lo hacen en su himno, lo cantaba Melendi en sus letras y lo veíamos en el monoplaza de Fernando Alonso en sus tiempos mozos. Creando marca con la patria por bandera.
Este verano tuve la suerte de conocer varias de sus ciudades y lo cierto es que fue un viaje de lo más variopinto. Como decía, el amor propio lo llevan a flor de piel. En la gastronomía por ejemplo, se han propuesto promocionar sus productos como nunca nadie lo había hecho y que mejor carta de presentación que un San Jacobo XXL acompañado de su correspondiente zumo de manzana con una mijina de graduación. Por supuesto, hablamos del cachopo y la sidra. ¿Quién se va de Asturias sin probar esta combinación única? A base de empeño, los asturianos han creado una cultura alrededor de estos dos productos. Ironías aparte, reconozco que este ‘combo’ convence sobre todo porque la materia prima es excelente.
Pero las peculiaridades de Asturias no acaban ahí. Oviedo disfruta de un microclima propio, en el que abunda el ‘orbayu’. ¿El qué? El sirimiri de toda la vida. De esta manera, Uviéu cuenta con el chispeo constante de unas nubes que parecen haberse sacado el abono de temporada para ir y venir a cualquier hora del día. Cuando el sol se deja ver, las estatuas de la ciudad cobran vida propia mientras que los ovetenses sacan a pasear su folclore y su música.
Desde Oviedo subimos a la costa hasta llegar a Gijón. Tuvimos la suerte de disfrutar de un día de su ‘Semana Grande’. El centro abarrotado de gente, olor a sidra en cada una de sus plazas y el paseo marítimo de la playa de San Lorenzo lleno de paseantes. Allí junto al mar, encontré la tranquilidad que me maravilló de esta ciudad.
Para terminar la travesía, recorrimos la costa en sentido oeste hasta llegar a la frontera con Galicia. De camino, paramos en la playa del Silencio, el Xiringüelu de Pravia y algunos pueblos que conservan la estética medieval.
Tras este viaje, creo haberme traído un trocito de Asturias conmigo. El olor a sidra en la ropa, los kilos de más que se esconden en sus cachopos o vete tú a saber que será. Lo cierto es que aquí tienen a otro fan más. ¡Viva esta tierra!