Cuesta creerlo hasta que lo ves con tus propios ojos. Por muchos comentarios que hayas escuchado sobre Gibraltar, nunca alcanzarán a describir lo que acontece tras el control aduanero de este ‘istmo’ de 8km2.
Algunos se refieren a él como un simple peñón que nos arrebataron los ingleses; otros lo conciben como un trozito de tierra lleno de monos y guiris a partes iguales; mientras que los economistas lo consideran un paraíso fiscal ubicado en el país del fraude (ya saben en tierra de ciegos, el tuerto…). Después de mi visita a Gibraltar y tras varios días de reflexión, sigo sin encontrar los calificativos hacia el Peñón. Si tuviera que definirlo de alguna manera, solo encuentro una palabra: contrastes.
De paseo por Gibraltar, encontrarás residentes de procedencia inglesa, árabe, sudamericana, judía y algún que otro personaje variopinto (como un Sabina inglés con bombín y bastón). Por momentos, no sabrás en que país te encuentras. En todos y ninguno a la vez ya que el Peñón disfruta de una situación peculiar al ser considerado un territorio especial de la UE. Asuntos políticos aparte, la confluencia de culturas y, por ende, de contrastes resulta verdaderamente asombrosa.
Imaginénse esta escena: una familia judía -los reconocerás por su ‘kipá’– compuesta por un matrimonio y tres hijos -uno de ellos todavía en el carrito- pasea por Main Street. Se topan con una pareja octagenaria y la conversación se desarrolla en inglés, excepto cuando la señora agarra los mofletes del pequeño mientras le lanza piropos en un perfecto castellano. Acto seguido, la familia retoma la marcha y 50 metros más adelante se encuentra con otro matrimonio, esta vez gaditano (de Caí pisha). Cambio de tercio parece decir la familia mientras todos charlan en ese peculiar castellano del sur. Todos excepto el retoño del carrito que todavía se recupera de las muestras de cariño de la señora. ¿No os parece graciosa la situación? Podría tratarse de un chiste: una familia judía, un matrimonio inglés y otro gaditano…
Tan solo una muestra de los contrastes que encontramos en Gibraltar. A mi me encantan, que conste, pero he de reconocer que nunca antes había visto semejante mescolanza. Luego para rematar, subimos a la Reserva Natural del Peñón y allí encontramos otra comunidad bastante presente en la vida gibraltareña: los monos. Interactúan con los turistas y taxistas de forma natural, como si te conociesen de toda la vida. Lo cierto es que estos primates regalan momentos que te sacarán una sonrisa.
Y si después de todo esto sobra tiempo, no olvidéis comprar sustanciosas cantidades de tabaco y alcohol 😉
